Si nos asomamos al pasado histórico de Arahal, y nos detenemos unos momentos en la investigación de la causa de su actual riqueza, veremos con orgullo que, cuando Europa se debatía ante el avance violento de las nuevas doctrinas societarias que especulaban con la pacerlación de la tierra y sus venturas en el ámbito político – agrario, Arahal gozaba ya en principio del privilegio de la parcelación de una buena parte de su término.
Este problema, preocupación latente de estadistas y sociólogos de todos los tiempos, y, hasta de la propia Iglesia, que se adelantó por boca de su Pontífice León XIII a llamar la atención del mundo entero acerca del mismo, lo tuvo resuelto Arahal en la segunda mitad del siglo XIX, merced al que fue su señor jurisdiccional, el duodécimo Duque de Osuna, don Mariano Téllez Girón, con ocasión de la visita de tan ilustre magnate a nuestro pueblo.
Se impone no olvidar que Arahal, como la mayoría de los villazgos de procedencia feudal, sufría la tumoración latifundista de su época que tenía sumida la villa en el mayor empobrecimiento. De igual modo, conviene tener en cuenta a los efectos de este artículo que, a excepción de las siete grandes dehesas que le fueron donadas al pueblo por Carlos V en 17 de Noviembre de 1555, como bienes de propios juntamente con su independencia de Morón y nombramiento de la Villa, todo el resto de su término, hasta las 20.109 hectáreas de que constaba, pertenecía a la casa Ducal de Osuna, que las tenía cedidas en arriendo a unas cuatro o seis familias pudientes.
Tales bienes de propios los formaban: las dehesas de La Motilla, Montefrange, El Ruedo, La Zilerueta, conocida hoy por la Ilerueta, la del Prado, más un monte, al que llamaban La Mata, del Consejo.
Corría el mes de Septiembre de 1.870, el pueblo en masa, luciendo sus mejores galas, se había echado a la calle para recibir a su antiguo señor jurisdiccional, el Duque de Osuna, cuya visita había sido anunciada previamente por las autoridades de la Villa. La multitud corría desbordada de un extremo a otro de la población. Y, en efecto, al grito unísoro de Viva su Excelencia! lanzado por miles de voces como obedientes a una previa consigna, hizo su entrada en Arahal don Mariano Téllez Girón, último Duque de Osuna por línea directa, que contaba con 14 grandezas, 52 títulos, 4 principados y la mayor fortuna de España.
La carroza que conducía al famoso prócer, apenas podía avanzar un paso en su marcha; la multitud, con sus ininterrumpidos gritos de Viva su Excelencia!, rodeaba al vehículo de tal maneram que una de sus ruedas se montó sobre la pierna de un niño, fracturándose el fémur.
Al salir de su hospedaje en la calle Corredera, donde radicaba la administración local de sus bienes, lo hizo a pie, con el fin de evitar un nuevo accidente. El público entonces, en un gesto de suprema reverencia, iba tendiéndole a su paso por las calles, a modo de improvisada alfombra, sus capas y montones, prendas obligadas en las grandes solemnidades, a fin de que por ellas caminara el ilustre huésped.
Terminado el acto religioso, regresó el señor de Osuna a su hospedaje de referencia, con iguales o más exaltadas muestras de respeto por parte del público, el que, estacionándose frente a su domicilio citado, prorrumpió de nuevo sus aclamaciones: Viva su Excelencia!…Viva su Excelencia!…
Emocionado el propio Duque por tan singular acogida, y, adivinando, tal vez, que algo se ocultaba en su fondo, ordena a su administrador general, que formaba parte de su séquito, que saliera a informarse de los deseos del pueblo.
…»Tierras!…Tierras!… Queremos Tierras!», clama la muchedumbre allí congregada, cuando en nombre de su Excelencia el Sr. Duque, se le demanda cuáles eran sus deseos.
Informado el Duque de las pretenciones del pueblo, accede a ellas, disponiendo que se iniciaran las rescisiones de los más importantes contratos de arriendos, y ordenando que se indemnizara a los arrendatarios cualquiera que fuese la suma que exigiesen por la renuncia de sus derechos, lo que dió motivo a que algunos colonos vieran bien acrecentadas sus fortunas por este medio.
Pasados unos meses, dieron comienzo las operaciones parcelarias de las tierras que fueron recogidas a los antiguos arrendatarios, las que se iban entregando una vez fraccionadas en parcelas, a los solicitantes. Estas tierras se cedían en renta o se ponían a la venta, al pagar en cuatro a más anualidades, siendo condición precisa para adquirirlas por cualquiera de los dos medios: el estar casado, sin cuyo requisito toda solicitud era denegada, lo que dió motivo a numerosos casamientos.
Así se inició en Arahal la parcelación de su término, problema que siguió resolviéndose día tras día con diversas modificaciones más ampliatorias.