Para detallar puntualmente e históricamente estas dos instantáneas recurriré a mi colaborador y amigo José Manuel Camacho, para que a continuación las comente en base a sus vivencias.
Lo primero que he de reseñar es la calidad de estos dos negativos, por su antigüedad (casi un siglo) y por la falta de elementos contaminantes, como son en este material: la humedad y los hongos. De los cientos que hemos investigados, sin lugar a duda, éstos son lo de mejor conservación. La nitidez del momento ha sido captado por mi tío Pepe Camacho, hermano mayor de mi padre, precoz aficionado a la fotografía y por aquellos días (primeros años treinta), oficinista mayor de la empresa entamadora de aceituna de mesa, radicada en Utrera y Arahal, Agro Aceitunera S.A. (A.A.S.A.), aunque inicialmente también usó el acrónico ESA, las iniciales de su fundador don Eutimio de la Serna Ahumada.
Esta fábrica en el pueblo siempre fue conocida por “La Palmera”, debido a una palmera que había en el patio, antes de asfaltarse, en el mismo sitio donde años más tarde fortuitamente creció un acebuche, que siempre fue respetado.
Ese día, mi tío Pepe fijó el objetivo de una de sus cámaras en uno de los tres primeros camiones que tenía la empresa, apodados por el personal como: “El Chato”, “El Colorao” y “El Caimán”, que es muy posible que sea el de la foto, debido a que normalmente llevaba detrás un gran remolque, y por su largura, se le comparaba imaginativamente con ese saurio. Sus conductores y ayudantes que mejor recuerdo fueron Pernía, Colchón y Marrufo; porque si yo andaba jugando por el patio, al parar delante de la oficina, me subían a la cabina y me llevaban hasta el muelle. En aquellos tiempos, para un infante, subirse a un mastodonte mecánico era toda una aventura inolvidable. El camión de la foto tiene matrícula SE-6400, está cargado con diez bocoyes, la vasija más grande después de los medios y de las cuarterolas. Estos envases se construyeron en la tonelería de la empresa, todo un arte artesanal que yo conocía muy bien de principio a fin. Su uso era recuperable hasta que se hacían inservibles por viejos, ya que después de usado se desinfectaban con pajuela, una mecha de paja recubierta con azufre.
Siguiendo con el contenido de la foto, ésta tiene detalles dignos de comentar y aunque me alargue un poco, aprovecharé la ocasión para transmitirlos a los seguidores de Memoria Visual. Sobre la nave oscura, fijando la vista, aparecen las aspas del molino de viento, en la actualidad conservado, que servía para trasladar el agua de lluvia almacenada en los distintos aljibes, de grandes dimensiones, a los pilones, a los calderos y a otros depósitos más elevados. En las fotos aparece uno de esos grandes aljibes, llamado “la Alberca”, con cubiertas semicirculares y estructura rombo-geodésica y dovelas de madera alquitranada. Estas dos naves, al igual que la nave de deshueso y del relleno, procedían de unas instalaciones de la Exposición Universal de Sevilla de 1929. Allí sirvieron para estacionar un tren que recorría la Exposición y trasladar a los visitantes a los distintos pabellones. La familia Serna, con muy buen ojo, las adquirieron una vez finalizado el evento.
La nave que aparece detrás del camión, con cubierta a dos aguas, es la nave del escogido, la más popular, la más deseada y la de más operarias. Casi todas veteranas y con buena vista para clasificar a golpe de vista y de tacto los distintos calibres de aceitunas, antes de que llegaran los “tapís” y las clasificadoras por células fotoeléctricas.
En una de las fotos, y justo delante del “faro pirata”, en el radiador, aparece una manchita blanca que recuerda una pata y el dorso de un animal. Efectivamente es un animal, una bestia de carga, un mulo blanco, es “Hilario”, el mulo de la fábrica, que tiraba de un gran artilugio para trasladar bocoyes llenos, antes de que llegaran los “toritos” diésel, y también iba a la fuente con una gran cuba por agua potable para el personal. Lo que no me llego a explicar que haría en aquel lugar, cuando siempre estaba descansando y comiendo en una zona de macadán, trasera del muelle, dónde se almacenaba algunos desperdicios y vasijas viejas o rotas.